El actual y nuevo rey del Reino Unido, Carlos III, tuvo una aventura sexual en el año 1997 que pudo perjudicarlo en su ascenso al trono, por lo que las leyes británicas la han llamado como “La ley secreta”.
La noticia de ese gran problema saltó a los medios de comunicación del Reino Unido un miércoles 6 de agosto de 1997, dónde el arzobispo de Canterbury arrojó el siguiente dardo:
“El arzobispo George Carey abandonó ayer su silencio con respecto a la posibilidad de que el Príncipe de Gales contraiga matrimonio con Camila Parker-Bowles y levantó una trascendental polémica en el Reino Unido al advertir que se produciría una crisis si dicho matrimonio llegara a realizarse. Fue una forma clara de decirle al Príncipe Carlos: escoja usted entre Camila y la Corona».
Carey era, en la práctica, la máxima autoridad de la Iglesia anglicana inglesa tras la Reina Isabel II, defensora de la Fe y Gobernadora Suprema de dicha Institución religiosa.
Antes, otros tantos clérigos se habían pronunciado a título personal sobre el posible matrimonio de los amantes, incluso siendo llamado un “escándalo sexual” por no estar casados.
De hecho, en esa época estuvieron circulando cientos de rumores sobre la opinión del arzobispo de Canterbury. Sin embargo, el prelado prefirió evitar los comentarios oficiales hasta que estalló en una conferencia de prensa celebrada en Australia.
«Probablemente le impulsaron a ello los signos cada vez más claros que envía el propio Carlos a la sociedad británica en relación a la intención de casarse por segunda vez», afirmaba a ABC.
Días después de esas declaraciones, algunos medios británicos cargaron y se fueron con todo contra el en ese entonces príncipe Carlos.
El medio más duro fue el polémico diario ‘The Sun’, periódico que siempre se ha caracterizado por la crudeza al momento de hablar de distintos tema. Desde dónde se explicó que el arzobispo de Canterbury había confesado que la relación que el Príncipe de Gales mantenía con Camila Parker-Bowles le incapacitaba para ser la cabeza del anglicanismo. Algo que, a su vez, le impedía ser monarca y Rey del Reino Unido.
El punto y final a ese extenso conflicto religioso, así como a la posible abdicación del príncipe de Gales en favor de uno de sus retoños para evitar un posible cisma con la Iglesia anglicana, llegó en el año 2002. Fue cuando entonces se confirmó la eliminación de esta ley por parte los estamentos eclesiásticos. Así contaba el texto esta nueva reforma:
“El Gran Sínodo de la Iglesia anglicana levantó la prohibición para el casamiento de personas divorciadas, allanando así el camino a una eventual boda entre el Príncipe Heredero Carlos y Camilla Parker-Bowles. El Sínodo acordó tras seis años de debate rescindir la prohibición de casarse por la iglesia a los divorciados cuyo ‘ex cónyuge estuviera vivo’. Esta regla eclesiástica constituía uno de los principales obstáculos para que la accidentada relación entre el Príncipe Carlos y la divorciada Camilla culminara en una boda tras la trágica muerte de Diana, Princesa de Gales, en 1997».